“Perfume compañero” Un cuento para Néstor, a 10 años de su partida.

2do texto de la sección dedicada a la memoria viva de Nestor Kirchner; a 10 años del paso a la inmortalidad de Néstor Kirchner 2O10 -27 de octubre- 2020. Los textos seleccionados pertenecen a la campaña #NéstorYyo que impulsó el Colectivo Más Democracia de Córdoba

Diálogos 09/11/2020 Gaby Minardi
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Censistas 2010 Foto Press

“PERFUME COMPAÑERO”
Un cuento para Néstor, a 10 años de su partida.


El 27 de Octubre de 2010 me levanté temprano. Tenía que ir a una escuela de Villa del Parque para salir, desde allí, a censar la zona que me habían asignado. Me anoté para censista casi como una acción militante, habían demonizado el Censo 2010 de tal manera, como si fuera una ocurrencia ridícula del gobierno de Cristina. Descalificando y menospreciando, una vez más, desde medios, estrados y redes. Y así me encaminé a la primera casa, en una esquina formando ochava sobre un pasaje pintoresco y amable, que sería el bautismo de un recorrido extenso y minucioso.  Me fue bien, la ansiedad lógica de todo evento iniciático había sido superada. Entré a la segunda casa un poco más relajada y para la siguiente me sentía una censista de toda la vida. Pero allí tardaron en atenderme. Al tercer toque de timbre y cuando ya estaba por desistir y regresar más tarde, salió a abrir un viejito. Bien puesto, elegante, me hizo pasar al porche delantero de la casa donde había un antiguo juego de jardín, de esos de hierro con curvados ornamentos  Allí nos sentamos y cuando estaba sacando las planillas de mi bolso, el viejito bien puesto y elegante, con tono enérgico me dijo: - Disculpá la tardanza en abrirte, estábamos mirando la tele con mi señora, porque se murió Kirchner. 


Sentí que, desde un tubo kilométrico, llegaba a mis oídos una frase larga, sin pausa, sin cuidado. Una sentencia de muerte con la ejecución recientemente perpetrada. Pero no reaccioné. Sólo lo miré desconfiada y él, tomando nota, me lo repitió, con énfasis. – Ah, no sabías! Si, se murió, se murió Kirchner. En ese momento su esposa, que escuchaba desde adentro, se asomó por una ventana para darme la estocada final.  – Es cierto, querida, se murió, lo acaban de anunciar. 


Todo lo que sucedió después lo hizo mi cuerpo, autómata y autónomo de mi, separado de una voluntad que yo no manejaba. Guardé las planillas, pedí disculpas y me paré, caminé hacia la puerta y me excusé diciendo que volvería luego. Salí de esa casa maldita y busqué mi celular, que a esa altura era una orquesta sinfónica con todo tipo de sonidos. Mensajes, correos de voz, llamadas. Mis amigos, mis compañeros de militancia. Mi hermana ahogada en llanto, mi mamá diciéndome que vaya para allá, que no siguiera censando, sola, en un barrio que ahora se me antojaba el exilio. Mi cabeza era una calesita agotadora. Pensé en Cristina, en su dolor, en querer abrazarla. Pensé en que tal vez era una equivocación, que no podía ser cierto. Pensé en mi papá y su desconsuelo en aquel 1º de Julio de 1974. Pensé en el ECUNHI, la Casa de la Madres donde trabajaba desde hacía algo más de un año y que tan generosamente nos había otorgado Néstor. Pensé en que hacía mucho tiempo que no me sentía tan atravesada de dolor….y me senté en el cordón de la vereda de ese pasaje que ya no era pintoresco ni amable. Apoyé la cara en mis rodillas y lloré angustiada, sonora, copiosamente. Lloré con la profundidad de los dolores colectivos, sorprendentes, injustos. Salió a la calle el señor de la casa en ochava y cayendo en ese lugar común y amoroso de las madres y las abuelas, se me acercó con prudencia y me ofreció su casa y un té. Le agradecí pero prefería quedarme un rato sola, hasta desagotar la primera catarata de todas las que faltaban…Y entonces pensé en volver a la escuela, largar todo y buscar refugio en Plaza de Mayo, donde me iba a sentir contenida. Pero de pronto me invadió un sentimiento de vergüenza, de no haber aprendido nada. Pensé en que Néstor nos había enseñado que las fuerzas se sacaban de cualquier rincón pero no se claudicaba, que un paso atrás ni para tomar impulso, que Nunca Menos. Él había demostrado con honores el enorme axioma peronista de “primero la Patria, después el Movimiento y por últimos los hombres”. Mi mayor homenaje en ese día, con un esfuerzo enorme, era terminar el censo. 


Me levanté algo mareada y mirando al cielo le pedí, en una susurrada oración “por favor, Néstor, por favor, por favor, que la próxima casa no sea gorila, que no estén festejando, que no me reciban con sonrisas de dientes blancos y felices”, porque ahí no habría fuerzas de reserva posibles. Con ojos hinchados y rímel corrido, me puse anteojos de sol y toqué el timbre. Temblaba y oraba: “que no sean gorilas, que no sean gorilas”. La cara del muchacho que abrió la puerta lo decía todo: demudado, casi quebrado. Me hizo pasar y nos sentamos afuera, en un precioso espacio mezcla de patio y jardín. Al instante salió una chica y un niño de unos 8 años. Nos miramos en silencio hasta que él, intuyendo el río de pensamientos que nos invadían y viendo mi expresión dijo “¿ya supiste, no?”. Y lloramos los tres, en medio de una casa desconocida para mí, pero que tenía perfume compañero. Era la casa de Verónica, Martín y Francisco: hija, yerno, y nieto de Teresa Parodi. Cantante enorme, militante de raza y, en ese momento, Directora del ECUNHI. No sé cuánto tiempo pasó, entre mates, evocaciones, más y más y más lágrimas. No pude haber tocado un timbre mejor. Y salí de esa casa bendita, conmovida y abrazada. 


¿Sería posible que entre tantas casas, entre la enorme lista de domicilios que me tocaban visitar ese día, el hilo de las coincidencias y el consuelo hubiera puesto en mi dedo el timbre de la casa de Verónica Parodi? Como supo revelar  la protagonista de mi seria preferida: “A veces la vida oculta regalos en los lugares más oscuros”. No sabía entonces, que algunos años después, cuando Teresa se convirtiera en Ministra de Cultura de la Nación, Vero sería una de las dos directoras del ECUNHI y una compañera de trabajo entrañable. 


Después de 10 años sigo pensando que fue el primer milagro que me ofreció Néstor luego de su partida. Y no es una cuestión de fe. Si pudo llegar a ser Presidente con el 22 % de los votos, si puso a una nación de pie cuando la hoguera había dejado sólo cenizas, si fue uno de los protagonistas de la segunda historia de amor que cambió el rumbo de la Argentina, si convocó a hombres, mujeres, jóvenes y ancianos a participar en política cuando todo parecía perdido, si cumplió al pie de la letra con la promesa de no dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada, si se hizo cargo de un país pero nos devolvió una Patria, lo creo capaz de cualquier cosa. 


Vino a proponernos un sueño. Y eso no hay  traidora muerte ni puta suerte que puedan cambiarlo.


Gaby Minardi, participante de la campaña #NéstorYyo

Texto N° 2