A veces Dios se distrae

Empatía, resiliencia, solidaridad, son algunas de las palabras que la pandemia del nuevo coronavirus fue incorporando al vocablo cotidiano de todo el mundo. Una pandemia, que no quiere despedirse y que pretende, como por arte de magia, dejar un surco más profundo en nuestras heridas.

Política 01/01/2021 Hugo Campilongo
16 de sepgtiembre de 2019  facultad de derecho
Foto Hugo Campilongo. 16 de septiembre de 2019. Facultad de Derecho. UNC

Pero también hay otros vocablos. Y a veces me pregunto, si no pasará a formar parte –esta época- de “Las venas Abiertas de América Latina”, por parafrasear el título del conocido libro de Eduardo Galeano. La pregunta tiene que ver porque otras palabras surcan mi mente: egoísmo, sufrimiento, odio de clase y mucho más. Algo de lo que no es ajena nuestra América profunda, en general, y nuestra Argentina, en particular. 

En cierto que a algunos les fue bien. En definitiva, cuando otros lloran, alguien hace pañuelos. 

Y es que no todos perdieron en la pandemia. No perdieron los sectores concentrados de la economía: no les fue mal a las empresas de servicios, a los oligopolios de la alimentación, a los emporios de medicamentos, a los corralones de la construcción, a los políticos y jueces, en fin, a los ricachones de siempre.

Le fue mal –claro está- al mismo sector: a los marginados, a los pobres, a los excluidos y a la clase media de la que ya poco queda. Una clase que más que media es de mierda. Una clase que debe admitirlo de una vez, es clase pobre desde hace ya un largo tiempo; poseedora, si, de una dudosa riqueza cultural. 

Y es posiblemente esta clase, la clase que más sufre: porque tiene ínsito el karma, el karma de la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser. 

Algunos se ilusionan con un mundo mejor. Nada de eso sucederá Una vez más han triunfado los poderosos de la mano invisible del mercado, de la “otra” mano de Dios. De la mano de lo que me animo a llamar “El post neoliberalismo”, que tiene su correlato en la robótica. Y que, por cierto, merece sine die un capítulo aparte. 

Uno quiere muchas veces dar buenas noticias, pero una cosa es el deseo (o analizar con el deseo) y otra es la realidad que golpea nuestras caras: la tuya, la mía, la de todos, la de todes. 

Pero vamos a profundizar en esta nota de opinión al menos algunos conceptos, a saber:

Muchos piensan que la pandemia es la oportunidad para tener un mundo mejor. Nada de eso ocurrirá. Al término de la Primera Guerra Mundial se pensó que la humanidad había aprendido de tanto dolor, de tanta sangre derramada, y hubo un retorno al iusnaturalismo (una doctrina ética y jurídica que propugna la existencia de un conjunto de valores universales grabados por Dios en el ser humano) por oposición al derecho positivo y al consuetudinario. 

La Segunda Guerra Mundial –entonces- no tardó en llegar. La paz duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rock, al decir de Joaquín Sabina. Y el mundo pasó a ser un campo de batalla, con Malvinas incluidas, y con la gloriosa juventud argentina también. 

Hacer un análisis del primer año de gestión –como se me pidió- del gobierno de Alberto Fernández me ha obligado a poner en contexto en los párrafos ut supra mencionados que estamos en una pandemia como jamás se haya visto. 

Hecha esta salvedad, vamos a ordenar un poco esta nota de opinión. 

En primer lugar, que se haya ido Macri, por los votos y no a través de una revuelta popular es un buen indicador –y un logro- para una democracia que no deja de ser frágil.

Ya entrando de lleno a la gestión de este gobierno, podemos decir que al inicio cosechó un éxito efímero que tuvo que ver con los dos primeros meses de gestión en la pandemia: 

La vuelta al Ministerio de Salud, luego de la degradación del ex presidente Mauricio Macri a una simple secretaria, la preparación del personal sanitario, la recuperación de la capacidad hospitalaria, la creación de hospitales modulares y la revitalización del sector de investigación, ha sido acciones importantes en beneficio de todos. 

En lo económico el gobierno tuvo sus aciertos con los IFE y los ATP (Programa de Asistencia al Trabajo y la Producción), a lo que se suma el cierre de un buen acuerdo con los bonistas (situación ésta heredada del gobierno anterior.

foto del 31 de diciembre de 2020

Foto Hugo Campilongo, 31 de diciembre de 2020. Córdoba

En lo político aparecen los déficits: mala comunicación, a lo que se suma que se ha ganado como peronistas y se gobierna como radicales. Con ello quiero significar que al gobierno le cuesta el manejarse con los factores de poder, particularmente con la burguesía empresarial, tanto local como transnacional. 

Como colofón y con vistas a corto plazo (2021) estimo que la gente va a valorar a este gobierno por dos aspectos: su gestión en la pandemia (plan de vacunación) y la recuperación de la economía (que estimo será importante). Algo que por cierto todavía tiene que escribirse. 

A la manera de ejemplo la gestión económica de Donald Trump en EE.UU. fue buena, pero el manejo de la pandemia fue todo lo contrario, aspecto este que se vio reflejado en la votación.

En nuestro vecino país, Brasil, el presidente Jair Bolsonaro gestionó de igual forma que su homónimo norteamericano y le fue mal en elecciones regionales en las que antes había ganado.

Habrá que ver que pone en la balanza el pueblo argentino, cuya población tiene un fuerte componente fascista.  

Particularmente creo que la performance electoral del gobierno está atada a tres factores: la gestión en la pandemia (vacunas para todos), la recuperación económica (o dicho de otra manera el rebote de la economía) y mantener unida la alianza electoral que lo llevó al poder.  

¿Le renovará el electorado su confianza al Frente de Todos o buscará refugio en la oposición de Juntos por el Cambio; una oposición sin propuestas, que solo supo hacer críticas, poner palos en la rueda y no le importó la vida de sus conciudadanos?

Esa es la pregunta. Y no todo está dicho, porque “--- a veces Dios se distrae” (Diego Armando Maradona.