Cosechas de octubre

Octubre suele ser el mes del año donde se dan cita diversos hechos históricos y políticos de significativa relevancia en los distintos países sudamericanos. En la presente nota nos concentramos en los recientes sucesos vividos en Bolivia y Chile para reflexionar sobre el nuevo escenario que se abre en la región ante un contexto de crisis global del capitalismo.

Política 01/11/2020 Rodrigo Savoretti Andrada
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Joven boliviana sonrie frente a la recuperación de la democracia en su país. Foto Press

La victoria del MAS en Bolivia y el triunfo del “apruebo” en Chile definieron un octubre revolucionario, liberador y esperanzador para la década entrante. Configuran un nuevo escenario político y social en la región y representan dos derrotas consecutivas para el imperialismo y su modelo neoliberal, genocida y colonial.

Los aprendizajes que nos dejan estas experiencias son categóricos y aleccionadores.

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Luis Arce, nuevo presidente electo de Bolivia cierra campaña del MAS

El modelo de Estado que tuvo al MAS como protagonista por quince años demostró ser más exitoso de lo que sabíamos. Su esencia y sus políticas se han hecho cuerpo y alma en el 55% de les bolivianes que nunca dudaron en luchar y organizarse para defender el único proyecto de país en el que fueron gobierno.

Su base electoral, representada mayormente en los sectores campesinos, originarios y obreros, derrotó a una dictadura de manera contundente a través de las urnas y de forma pacífica.

La derecha solo puede gobernar Bolivia a través de un golpe de Estado. Pero ni siquiera con un gobierno de facto puede asegurar su permanencia en el poder. La violencia colonial ha sido su instrumento y la esencia de su proyecto, pero también su camino al fracaso.

Los dólares de Estados Unidos, la OEA y Elon Musk no pudieron comprar la capacidad política que escaseo en las fuerzas de la derecha boliviana a la hora de disputarle la calle y el voto a un perseguido y hostigado MAS. 

Abya Yala festeja: el indio aymara al que intentaron matar y obligaron a exiliarse, quien fue el gestor de un modelo de Estado socialista exitoso en todos los indicadores económicos, sociales y culturales, está de regreso a su país. Flamea de nuevo la whipala que durante un año fue pisoteada.

El neoliberalismo tiene las puertas cerradas en Bolivia. Yanquis go home!

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Luis Camacho, Carlos Mesa y Jeanine Áñez, sistemáticos violadores de los DDHH en su país. 

Los desafíos para paliar las enormes consecuencias de un año de dictadura que tuvo lugar en el medio de una pandemia mundial obviamente no son menores.

Luis Arce y David Choquehuanca tendrán por delante una ardua tarea para reubicar a Bolivia como la potencia sudamericana que venía siendo antes del golpe. El litio, oro del siglo XXI, que tiene en Bolivia un 40% de la producción mundial, será fundamental para este objetivo.

Erradicar la violencia fascista de grupos de derecha que se han cobrado la vida de dirigentes sindicales como Orlando Gutiérrez (F.S.T.M.B) o de periodistas como Sebastián Moro, lograr Juicio y Castigo para Añez y sus funcionarios (principales responsables de las masacres de Sacaba y Senkata), volver a dar la batalla cultural desde el Estado y proyectar una Bolivia que sea la punta de lanza del renacer socialista y progresista de la Patria Grande, parecen ser los desafíos más relevantes en este nuevo escenario.

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Orlando Gutierrez, líder de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia

El mismo 18 de octubre pero del otro lado de la Cordillera, cientos de miles de ciudadanes chilenes independentistas recuperaban una Plaza Dignidad militarizada y celebraban un año de revolución permanente. El 18 de octubre de 2019 será recordado por la historia como el día de la segunda independencia del país hermano.

Desde aquella fecha el pueblo chileno y el pueblo mapuche están habitando un proceso revolucionario de un empoderamiento colectivo jamás vivido en este nivel de masividad y organización popular.

Chile no volverá a ser el de antes de aquél octubre. Les independentistas han marcado un punto de no retorno.

Tras 17 años de una feroz dictadura y otros 30 años de gobiernos democráticos solo en papel, el pueblo despertó sin miedo y no piensa abandonar las calles hasta ser quien gobierne su propio destino.

Se han abierto de nuevo las grandes alamedas por las que dio su vida Salvador Allende. La semilla que sembró hace siglos el pueblo mapuche no para de germinar hace un año en el país trasandino.

Chile fue el lugar elegido por Estados Unidos para experimentar su modelo neoliberal en la región. Se lo vendió al mundo como un oasis capitalista exitoso y sin precedentes. Pero las masivas manifestaciones, los procesos asamblearios entre les hermanes chilenes y mapuches parecen ponerle fin a una época caracterizada por la somnoliente alienación de sus almas y espíritus.

El modelo neoliberal está muriendo en Chile y a la historia la vuelve a escribir el pueblo. Otro gran fracaso para el imperialismo norteamericano.

Lo que comenzó con protestas estudiantiles por el alza en el precio del transporte provocó una rabia generalizada y organizada que ha tenido el pasado 25 de octubre su primera gran victoria.

Se llevó a cabo un plebiscito que contó con una participación record en los 30 años de democracia. Ganó la opción del “apruebo” a favor de un cambio de la Constitución dictatorial impuesta por Pinochet. En abril del año que viene el pueblo elegirá a les 155 constituyentes para que sean parte de la Asamblea Constituyente que redacte la nueva Constitución.

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Los subsuelos de Chile se rebelan contra el régimen neoliberal de Piñera. Foto: Diego Reyes Vielma

Piñera ve en la pandemia su oportunidad para poder llegar a terminar su mandato sin sentirse obligado a renunciar. Gobierna sin legitimidad popular, se parece más a un dictador que a un presidente constitucional. Quizás lo termine, pero su carrera política ha acabado. Tiene miedo, algo que el pueblo ha perdido hace ya un buen rato pese a las sistemáticas violaciones a los DDHH que recaen sobre cientos de cuerpos día a día.

Los desafíos que se presentan en la actualidad no son pocos ni sencillos.

El sistema democrático chileno -y sus reglas de juego- está completamente deslegitimado pero no por ello ha perdido su omnipresencia y validez institucional. Y son justamente sus partidos políticos, de escasa credibilidad y parte del problema, quienes no han desaprovechado la oportunidad para garantizar su lugar en el proceso constituyente.

El desafío que tienen les independistas es lograr la capacidad política que les permita limitar y reducir al máximo la acción de los partidos. Es decir, lograr una estrategia que les posibilite obtener la mayoría de constituyentes para garantizar que sus demandas se conviertan en leyes consagradas y así poder desprenderse de una institucionalidad que se caracterizó históricamente por su esencia represiva y antipopular.

El pueblo mapuche también entrará en escena ya que, si prosperan las negociaciones, tendrá su cuota en la constituyente y quizás también en el parlamento para el año 2022.

Si se llega a esa óptima situación, el pueblo representado en sus independentistas tendrá mucho más margen de libertad para condicionar las reglas del juego a su favor por primera vez en su historia moderna. Y también dependiendo de cómo vaya caminando la lucha, podrá disputar las elecciones presidenciales en noviembre del año que viene.

Educación y salud pública de calidad, estatización y nacionalización de los recursos naturales y los servicios sociales, inclusión del pueblo mapuche en la toma de decisiones, reparación y justicia para todas las víctimas de la represión, liberación de los más de dos mil presos políticos de la revuelta, inclusión de derechos laborales y demandas feministas, parecen ser sueños cada vez más cercanos a su concreción.

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Un anciano es gaseado por Carabineros. Foto: Diego Reyes Vielma

Chile ha comenzado un proceso que definirá su devenir histórico en el prematuro siglo XXI. El carácter anticolonialista, antiimperialista y antineoliberal del proceso se percibe como una reivindicación de una lucha ancestral que ha adquirido nuevas transformaciones y reivindicaciones propias de la modernidad.

Sin embargo, la derecha, dueña del país, obviamente hará todo lo posible para dividir, violentar y recuperar su lugar perdido, tanto en plano material como en el simbólico. Aunque ahora lo hará desde una marginación que nunca habitó.

Tanto en Chile como en Bolivia, existe un núcleo duro (conservador y reaccionario) que en las dos naciones ronda entre el 20% y 30% de sus electorados. En Chile es el sector que aún gobierna. En Bolivia ya está en salida pese a que un grupo reducido de sus votantes hayan ido a los cuarteles a pedirles una intervención urgente a los militares.

La alegría puede durar poco si se dan pasos en falso. La violencia corporativa de la derecha (mediática-judicial-empresarial-policial-eclesiástica) financiada por Washington ha fracasado en los dos países, pero no abandonará su intención de seguir perpetrando en ellos las lógicas del mercado, que no son otras que sus propias reglas.

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Dignidad, no militares. El poder de los militares ha crecido en casi todos los países. Foto: Diego Reyes Vielma

El contexto político y social de Latinoamérica es caótico y complejo por donde se lo mire. Pandemia, crisis sanitaria, crisis económica, militarización de la política y de los territorios, deforestación, incendios, masacres y violaciones a los DDHH, persisten en la cotidianidad de todas sus naciones. El neoliberalismo ha vuelto a hacer estragos en nuestro continente porque el neoliberalismo es justamente eso: crisis y neocolonialismo.

Victorias como las de Chile y Bolivia invitan a pensar que por más violencia oligarca e imperialista que gobierne nuestras vidas, son los pueblos quienes siguen teniendo en su poder la posibilidad de transformarlo todo.

La permanencia en las calles pese a la represión y el virus, ha logrado un nuevo cambio de rumbo en estas naciones hermanas. En ese mismo sentido han habitado octubre los pueblos de Colombia, Brasil, Perú, Ecuador y Paraguay, que sin lograr en lo inmediato la renuncia de sus presidentes (todos de derecha y la mayoría con escasa legitimidad popular) están socavando y generando las condiciones para que ello ocurra en un futuro no muy lejano.

En todos estos países hay elecciones en los próximos dos años. Allí el progresismo latinoamericano podrá retomar el camino iniciado en los primeros años de este siglo si sabe unirse, organizarse y perseverar en el triunfo.

Mientras tanto, en Uruguay el gobierno neoliberal de Lacalle Pou está en su primer año y a pesar de la resistencia de las bases populares parece no tambalear.

Argentina, por su parte, tendrá que esforzarse por capitalizar la lucha contra la oligarquía y no seguir cediendo ante las operaciones y presiones de una derecha local empeñada en desestabilizar al gobierno peronista de Fernández-Fernández. 

Venezuela, resiste ante el imperio y ve con tensa alegría los cambios en el tablero. Pero al mismo tiempo no deja de preocuparle que los candidatos a la presidencia del Estado Terrorista de los Estados Unidos se pelean por ver quién será más cruel con la nación caribeña.

El mundo parece habitar un cambio de era. La pandemia es el primer aviso de que si no hay un giro transformador y destructor de la matriz capitalista, el ser humano inevitablemente estará en muy poco tiempo frente a un peligro de extinción masiva. Es escencial que los pueblos tomen la posta de su destino. 

Se va octubre y con él dos cosechas valiosas que sabremos capitalizar con el paso del tiempo. El fuego que ardió en Chile y en Bolivia tiene que ser el único que prospere. El fuego colonial que incendia la amazonia, nuestros bosques nativos y humedales, así como hace cenizas las oportunidades de una Abya Yala para todes, es el que debe morir. Allí nuestra tarea.